miércoles, 5 de diciembre de 2007

INEFICIENCIAS Y DESIGUALDADES EN LA OFERTA DE EDUCACIÓN

El papel estratégico que juega la educación en el combate a la pobreza, es un concepto de aceptación generalizada. Por esa razón, cuando se formulo el Plan Decenal de Educación en 1992, se incluyeron como prioridades una serie de acciones trascendentes para mejorar el sector, entre ellos planes dirigidos a la formación y capacitación de maestros y para mejorar sus condiciones de vida, así como para garantizar la distribución del desayuno escolar y la entrega gratuita de libros de textos.
Estos programas partían de la necesidad urgente de elevar la calidad de la educación para elevar la calidad de vida de la gente.
Los efectos favorables de la educación en el desarrollo humano están ampliamente demostrados y se traducen en mayor crecimiento económico, mejor capacidad de adaptación del trabajador ante mercados laborales en constante evolución, reducción de la pobreza, tasas de fecundidad más bajas y mejoras de la salud materna e infantil y de los niveles nutricionales.
Ello apunta a que se pueden aprovechar las oportunidades que ofrece el crecimiento y así impulsar el proceso de desarrollo humano.
Se puede hablar del surgimiento de un círculo virtuoso: el incremento de la demanda de trabajo y de su remuneración provoca el crecimiento e incentiva a las personas a mejorar sus habilidades y las de sus descendientes por medio de una mayor educación; la inversión en educación otorga a los individuos la posibilidad de mejorar sus cualidades al aumentar la competitividad de la economía. Respecto a la reducción de la la pobreza, la educación confiere aptitudes y conocimientos que aumentan la posibilidad de los pobres de acceder a nuevos empleos; de ese modo se entra en otro círculo virtuoso que empieza por los nuevos ingresos que permiten a sus sucesores salir de la situación de pobreza.
Por el contrario, la situación educacional de la República Dominicana presenta notables ineficiencias. Aunque la tasa de analfabetismo se ha reducido desde 1980, tiene un alto índice en el ámbito latinoamericano.
En los jóvenes de 15 a 24 años era de 8% en 1998, casi el doble que el de la región (4.3%), y en las personas adultas de 18.8% y 10.9%, respectivamente. Esta tasa se acentúa aún más en la población pobre (27.4%), las áreas rurales (27.1%) y la población haitiana (64.6%).
A estos datos hay que añadir el elevado atraso escolar, motivado por las altas tasas de repetición del sistema escolar público, así como las muy bajas escalas de cobertura de las educaciones preprimaria y secundaria respecto a la población en dichas edades.
Pese a que en el último decenio se han aumentado los recursos públicos en educación (de 1.5% del PIB en 1991-1995 a cerca de 2.5% en 1998), el país tiene uno de los niveles más bajos de América Latina.
Respecto al gasto educativo como porcentaje del gasto público social, ha pasado de 27.4% en 1991-1995 a cerca de 40% en 1998. A este escaso gasto se suma una distribución inequitativa, si bien el gasto educativo público es progresivo, lo que beneficia a los más pobres en términos absolutos (también en los casos concretos de preescolar y primaria): los pobres (31% de la población en edad escolar de 5-24 años) reciben 35% del gasto público educativo.
No obstante, el gasto público en educación secundaria es regresivo en términos absolutos (sólo 23% del gasto público va dirigido a los pobres, 31% de la población en edad escolar).
En este ciclo educativo, el gasto público al principio aumenta con el quinto estrato de ingresos para después disminuir, lo que forma una U invertida. Esto se explica por la tendencia de que los matriculados en secundaria sean más según aumenta el quinto estrato de ingresos y porque los alumnos de los más altos tienen una mayor probabilidad de estar inscritos en escuelas privadas. Mientras que el porcentaje de inscritos en la secundaria pública no tiene una tendencia marcada, en la privada aumenta de modo constante con el quinto de ingresos.
Los subsidios para los universitarios son en extremo regresivos. Casi 40% de las ayudas las recibe el quinto estrato más alto de la población, y los quintos 4 y 5 reciben 68% de gasto público. La composición del gasto público en educación es inadecuada para la reducción de la pobreza. Cerca de 13% del gasto público en educación se destina a la superior, lo que no beneficia a los pobres, y la proporción de recursos asignados a la secundaria es baja e inferior a la cantidad asignada a la universitaria. Además, en los últimos años el gasto público en educación secundaria ha descendido, mientras que el de educación superior o administración central ha subido. Esto tiene un efecto negativo en los pobres, cuyo acceso a la universidad es muy difícil (cerca de 92% de los universitarios no son pobres y 47% de éstos proviene del quinto estrato de la población más rico).
Según el indice de Gini, en la República Dominicana el gasto educativo favorece proporcionalmente menos a los sectores más necesitados según se eleva el nivel educativo. En preprimaria y primaria el gasto público es progresivo, lo que favorece a los más pobres; en la secundaria es neutral, mientras que en la enseñanza universitaria es marcadamente regresivo.
No obstante, de 1991 a 1996 los patrones educativos se han vuelto más progresivos, salvo el universitario, que ha acentuado su regresividad.
En definitiva, determinadas ineficiencias funcionales en el manejo de la educación han imposibilitado mejorar la situación educacional de los pobres.

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