miércoles, 5 de diciembre de 2007

LA POBREZA MUNDIAL

LA CRECIENTE DESIGUALDAD ECONÓMICA ENTRE LAS NACIONES
Como indica un reciente estudio del Banco Mundial, "La divergencia en el ingreso per cápita es la característica dominante de la economía moderna".
Según una estimación, la relación entre el ingreso per cápita de los países más ricos y el de los más pobres aumentó de 11 en 1870 a 38 en 1960 y a 52 en 1985. Esta relación divergente entre el crecimiento y el nivel inicial de ingreso per cápita no sólo se da en estos casos extremos, sino que en general es empíricamente válida en una muestra de 117 países.
En promedio, los países que eran más ricos al comienzo crecieron con mayor rapidez.
En 1960, el 20% más rico de la población mundial registraba ingresos 30 veces más elevados que los del 20% más pobre. En 1990, el 20% más rico estaba recibiendo 60 veces más. Esta comparación se basa en la distribución entre los ingresos per cápita promedio de países ricos y pobres. La cifra más reciente pone la comparación entre esos "20%" extremos en 82 veces para 1995.
La concentración del ingreso y la riqueza es excepcional, las cifras revelan una situación nueva: Las tres personas más ricas tienen activos que superan el PIB combinado de los 48 países menos adelantados. Las 15 personas más ricas tienen activos que superan el PIB total del África al sur del Sahara. La riqueza de las 32 personas más ricas supera el PIB total del Asia Meridional. Los activos de las 84 personas más ricas superan el PIB de China, el país más poblado, con 1,200 millones de habitantes.
Se estima que el costo de lograr y mantener acceso universal a la enseñanza básica para todos, atención básica de salud para todos, atención de salud reproductiva para todas las mujeres, alimentación suficiente para todos y agua limpia y saneamiento para todos es aproximadamente de US$44,000 millones al año. Esto es inferior al 4% de la riqueza combinada de las 225 personas más ricas del mundo.
Actualmente la riqueza neta de las 10 personas más opulentas es de US$133,000 millones, 1.5 veces mayor que el ingreso nacional conjunto de todos los países menos adelantados.
Hace poco hemos sido testigos de cómo un multimillonario, el dueño de CNN, Ted Turner, ha donado US$1,000 millones a las Naciones Unidas; una cifra similar a la que los Estados Unidos de Norteamérica le restringe a ese organismo como medida para exigir una reorientación de su accionar.
Una sola persona y la primera potencia del mundo juegan con cifras de similar orden de magnitud cuando se trata de apoyar o influir en el organismo mundial políticamente más importante.
Se ha estimado por varios organismos internacionales que el costo adicional de prestar los servicios sociales básicos que faltan en todo el mundo llega a unos US$40,000 millones por año hasta el 2005. Eso es menos que el 0.2% del ingreso mundial, o alrededor del 1% del ingreso de los países subdesarrollados.
Ese acceso universal a los servicios básicos podría obtenerse recurriendo a los propios presupuestos de los países pobres por un monto equivalente 3/4 del total y a los apoyos de los países ricos en los 10,000 restantes.
Dejando de lado los servicios, si quisiéramos poner a todos los pobres extremos del mundo exactamente en la línea de pobreza internacionalmente considerada, la cifra que habría que redistribuir anualmente es aproximadamente la misma: US$40,000 millones.
Sumando servicios sociales e ingresos mínimos estamos ante menos que el 0.5% del ingreso mundial y, como indica el PNUD, es menos que el patrimonio neto combinado de los siete hombres más ricos del mundo.
El costo de la enseñanza básica adicional para que todos en el mundo la tengan es estimado en US$6,000 millones, cifra inferior al gasto en cosméticos en los Estados Unidos de Norteamérica que se estima en US$8,000 millones. El costo adicional de darle agua y saneamiento a todos en el mundo se estima en US$9,000 millones mientras el gasto en helados en Europa es de US$11,000 millones.
Algunas cifras sobre el costo de erradicar la extrema pobreza en América Latina han sido materia de nuestra reflexión. Elevar los ingresos de todos los pobres del continente a un nivel inmediatamente por encima del umbral de pobreza costaría sólo un 0.7% del PIB regional, lo que equivale a un impuesto sobre la renta de 2% aplicado a la quinta parte más rica de la población.
La situación de desigualdad puede verse de otra manera. La riqueza del mexicano más rico ascendía en 1995 a 6,600 millones de dólares, igual al ingreso combinado de los 17 millones de mexicanos más pobres.
Sin duda, una vía importantísima de enfrentamiento de la pobreza extrema en América Latina es la redistributiva. Por el sólo crecimiento se requeriría más de un siglo para erradicar la indigencia de nuestro subcontinente. Esto no quiere decir que el crecimiento no es conveniente; pero sí que lo es debido a que facilita la redistribución, no porque por sí mismo enfrenta el problema de manera adecuada y rápida. En ese sentido, el acento en el crecimiento como condición de redistribución sólo oculta la resistencia a compartir que invade a todos los estratos socioeconómicos de nuestros países. Los estratos menos ricos absorben una inmensa proporción de lo que pagan los más ricos como impuestos. No hay una resistencia a redistribuir sólo en los estratos de más altos ingresos.
Quizá, la resistencia sea proporcional a lo que se tiene, pero esto debe ser materia de estudio más preciso que escapa a las posibilidades en este trabajo.
Actualmente 150 millones de personas, uno de cada tres habitantes de la región vive bajo condiciones de pobreza extrema, definida por un ingreso inferior a US$2.00 por día. Se ha estimado que un 1% anual de crecimiento en el consumo per cápita resulta en una declinación de la pobreza de entre 1.5% y 4.0%.
Con una tasa de crecimiento sostenida de 3%, algunos países podrían eliminar la pobreza extrema en 60 años mientras a otros les tomaría 200 años, y en ciertos casos hasta 400 años, de acuerdo a un estudio del BID. Sin embargo, el valor de las transferencias necesarias para erradicar la pobreza extrema en el corto plazo se cifra sólo entre el 0.5% y el 1.0% del Producto Interno Bruto (PIB), asumiendo que los recursos pudieran ser asignados con un 100% de precisión entre los afectados.

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